Malas noticias.

Patricia entró en clase. Todos los compañeros la miraron inquisitivamente. Había faltado a clase los últimos dos días, aunque se molestó un poco. Todos ellos sabían que faltaba muy a menudo. ¿Por qué ésta vez era especial?
Recordó el mensaje que envió desde el hospital a su mejor amiga, Sandra. Se arrepintió inmediatamente de ello, porque ésta se lanzó sobre ella como león sobre su presa.
La abrazó tan fuerte que tuvo que apartarla de sí para poder respirar.
-Tía... ¿Qué tal estás? Cuéntamelo todo. Estuve muy preocupada cuando me llegó el mensaje...
-Tranquila, Sandra... Estoy bien. Un desplomo más que añadir a la lista, no tienes que preocuparte. - miró a su alrededor, y se avergonzó - Ya te contaré con más detalle en el recreo... Que no quiero que se enteren todos...
-Lo entiendo... Bueno, ya entra Esperanza. Ayer pareció enfadada cuando vio que faltaste otra vez...
Patricia suspiró. Siempre pasaba lo mismo. Luego no sacaba buenas notas, pero no le importaba mucho. Una vez que la profesora le dijo el típico: Sé que tienes problemas, pero no es excusa para faltar... Se sentó en su silla, pegada a la pared. Se apoyó en ella y miró a la ventana. Aquello parecía una cárcel. Prefería el hospital, le tenía más... Aprecio. Dios, estaba enferma.
Las tres primeras horas pasaron volando, mirando las hojas caer de los árboles... En cierta parte, se sintió identificada. Poco a poco, perdía las pocas esperanzas que le quedaban... ¿Valía la pena de verdad luchar?
Cuando el recreo llegó, le contó todo a Sandra. Su voz no temblaba, pero estaba nerviosa.
Le tenía que decir que a partir del domingo iban a ingresarla en el hospital... Permanentemente. Respiró profundo...
-Sandra...
-¿Qué?
-Verás... El médico me dijo ayer que... Que me van a ingresar en el hospital.
-Ah... ¿Como la vez esa que te quedaste una semana sin ir a clase? Que suerte tienes...
-Sandra. No. Ésta vez no es así... Me ingresan permanentemente.
En éste momento se hizo un silencio. Dos miradas confusas se miraban entre sí, y lo único que Sandra fue capaz de decir antes de abrazar a su mejor amiga fue un simple ¡Joder!.


El día en el instituto se le hizo eterno. Al llegar a casa, se tumbó en el sofá. Su madre se sentó con ella, y le puso la mano en el hombro, tratando de comprenderla.
Pero nunca lo haría. Nunca.
Nadie sabe cómo es la sensación de perderlo todo, o casi todo. Patricia comenzó a marearse, y rápidamente se dio la vuelta y apoyó los pies encima de un cojín del sofá.
Valentina, su madre, se levantó del sofá,
-Voy a sacar la maleta para que puedas empezarla... Mañana es sábado, y querrás aprovecharlo... ¿Verdad?
-Sí, mamá. Gracias.
Patricia apoyó el antebrazo sobre su frente, intentando aguantar las ganas de llorar. No pudo evitar una lágrima resbalar sobre su mejilla... Se la secó rápidamente.
Era una chica fuerte.
Más de lo que cualquiera creyese.

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