Análisis.

Patricia no podía dejar de temblar.
Sus pies, desnudos, colgaban de la silla en la que estaba sentada, frente al escritorio del médico. Seguía con la bata del hospital. La maldita bata del hospital. Después de tantas pruebas, solo quería poder vestirse de nuevo e irse a su casa a vivir en paz.
Miró a su alrededor, con indiferencia. Conocía cada rincón de aquella sala; cada uno de los carteles de la pared, el lugar donde guardaba los guantes, las vacunas... Todo.
Estaba hasta las narices de todo aquello. Demasiado rutinario para ser normal.
Llevaba semanas yendo al hospital a hacerse pruebas cardíacas. Pero la última vez que le pasó, fue grave. No solo se cayó al suelo después de darse una ducha, sino que había roto con el puño el cristal del espejo, y había perdido mucha sangre, al igual que la conciencia.
Lo último que recordaba de aquel día fue su mano ensangrentada, y su reflejo inexpresivo en lo que quedaba de espejo.
Suspiró profundamente. Siempre había tenido problemas con la tensión, pero... Nunca pensaría que llegaría a aquel límite.
Su médico, el doctor Madrigal, entró por la puerta. Su expresión no le inspiró mucha esperanza. Definitivamente, se preocupó, y empezó a patalear las patas de su silla con nerviosismo, como tantas otras veces. La mirada de Luis le decía muchas cosas. Podía ver un Joder, ahora me toca decírselo, un En el fondo sabía que ésto pasaría, junto a un Lo siento mucho y, por último, Será lo mejor para ella.
Suspiró, preparándose para una de las peores noticias de su vida.
-¿Qué hay de nuevo, doc? - Dijo, tratando de disfrazar su impaciencia con chistes malos.
-Verás, Patricia. Hay muchas cosas nuevas que decirte. Intentaré ser breve, pero no empieces con las bromas, que nos conocemos. ¿Vale?
-De acuerdo, sargento.
-En fin... Voy a ir al grano, Patricia. Siempre has tenido la tensión bastante baja, pero a lo largo de los últimos años ha ido decayendo de manera extrema. Padeces una hipotensión aguda, Patricia. ¿Eres consciente de lo que esto significa?
Patricia miró hacia abajo, ocultando su rostro, descompuesto por la verdad. Asintió levemente.
-Patricia, sabes que siento decirte esto... Pero te vamos a tener que ingresar en hospital de manera permanente. No podemos correr el riesgo de que te vuelva a pasar lo de la última vez, y si estás aquí con los médicos...
Las palabras se difuminaron en los oídos de Patricia, que ya no podía oír ni el murmullo de su mente al hablarle. Se quedó petrificada mirando las vendas que cubrían la herida en su mano y muñeca derecha. Trató de respirar, pero las lágrimas la ahogaron. Notaba cómo su cabeza daba vueltas, no tenía nada claro.
¿Y su vida? ¿Ahora qué le tocaba hacer? Tendría que dejar todo atrás... Absolutamente todo. Cerró los ojos fuertemente, aguantando el llanto con fuerza. Logró relajarse.
Cuando volvió a abrirlos, Luis estaba con su brazo sobre sus hombros, tratando de consolarla.
-... Verás cómo estás mejor allí, además tus amigos pueden ir a visitarte... No tienes por qué preocuparte, Patricia. Tranquilízate.
La muchacha se desplomó.
Al fin y al cabo, su vida social tampoco era para tirar cohetes. Quizás ésto le daría la oportunidad de tener una vida un tanto más estable...
Pero no pudo evitar un resoplido de resignación, al cual su médico respondió con una carcajada suave y dos palmadas en la espalda.

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