Insomnio.

Su madre le había venido a ver por la noche, después de trabajar. Le contó todo lo que había hecho en el trabajo, y Patricia le contó lo que había pasado aquella tarde. Le contó que Sandra había ido a verla, y que Mario también. Le contó todos los detalles, sin preocuparse. Su relación con su madre era... Diferente. Ella no quería ignorarla ni ocultarle nada sobre su vida. No quería convertirse en la típica adolescente que se encierra en su cuarto y no habla con su madre.
Había tenido mucho tiempo a solas con ella para no considerarla lo que era; una amiga. Patricia la había ayudado en cuanto al abandono de su padre, y su madre... En cuanto a todo. ¿Qué manera de agradecerle a una madre la vida es ignorarla? No, no quería ser así. No era así. 
Guillermo se había ido de la habitación a dar un paseo por los pasillos del hospital. Dijo que necesitaba estirar un poco las piernas, pero en el fondo, Patricia sabía que era por dejarla a solas con su madre. 
Aprovechando la oportunidad, Patricia se lanzó.
-Mamá, creo que me está empezando a gustar Guillermo.
Valentina se quedó petrificada. Miró a su hija a los ojos, y se dio cuenta de que era verdad. No, no podía ser. No...
Pasó un rato, hasta que Patricia se preocupó.
-¿Pasa algo?
Valentina pareció salir de su mente.
-¡Ah! No, Patri. No pasa nada. Me parece genial. Es un chico fantástico.
-Lo sé, ¿verdad? Es tan amable conmigo...
Patricia quería seguir hablando, pero su madre parecía ausente.
-Bueno Patri, me tengo que ir. Estoy agotada. Ya me ves, casi me duermo.
-Vale mamá. Buenas noches. Hasta mañana
Su madre salió por la puerta y lanzó un beso a su hija.

Su madre había tenido una actitud un tanto extraña... ¿No le gustaría la idea de que le gustase Guillermo?
Se preocupó. Se preocupó mucho, hasta el momento en el que Guillermo se asomó por la puerta.

Se acostó en la cama, preparada para dormir. Pero antes se encendió el reproductor de música. 
"Esta historia que te cuento es como un grito..."
Eres tonto, del Canto del Loco. Su grupo favorito. Se rió interiormente, pensando en Mario y en lo mucho que le identificaba aquel título. De repente, se paralizó. ¿Y si Mario seguía visitándola y molestándola? A lo mejor... A lo mejor lo hacía. Se asustó. Intentó sacarse esos pensamientos de la cabeza, pero no podía. 
Pasaban las canciones, y ella seguía despierta, pensando. Se lo empezó a imaginar... Y no podía dejar de temblar. ¿Tanto le impactó lo que pasó en el parque? Quizás había algo de lo que no se acordaba... Se tocó la frente. Hacía un poco de calor.
Al pasar su mano por el centro de su frente, notó un bulto. Era... Como un chichón. Muy grande. Tremendamente grande.
Se levantó de la cama a toda prisa y se dirigió al baño. Se miró en el espejo. 
Sí, era un chichón. Y de los grandes. Se miró el resto de su cara, y se dio cuenta de que tenía el labio cortado. Pero no era un corte normal... Cruzaba todo su labio.
Algo fallaba.
Parecía... Parecía que la había pegado una paliza. Pero... No era posible. Pero la cruda realidad se encontraba en su reflejo.
Mario la había pegado.
No acababa de creerlo. No podía ser cierto, pero lo era.
Después de pasar un tiempo mirando el espejo, se lavó la cara, tratando de refrescarse, y se metió dentro de la cama de nuevo. 
No podía dejar de temblar.
Además, estaba teniendo alucinaciones. Parecía que estaba saliendo el Sol.
Miró el reloj de su móvil, y se asustó. Eran las seis de la madrugada.
¿Cómo podría haber pasado ésto?
Se dio la vuelta y se cubrió la cara con la almohada. Estaba soñando. Tenía que ser eso.

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