Lapsus.

Miró su reflejo en el espejo de su cuarto. Llevaba unos vaqueros ajustados, una camiseta marrón de tirantes y unas botas. Hacía tiempo que no se arreglaba para salir, pero aquella sería la última vez que salía en mucho tiempo. A lo mejor sería la última vez de su vida. Había decidido pasárselo bien aquella noche. Quedó con Mario...
Hacía un par de semanas que no le veía, y no podía parar de pensar en cómo reaccionaría él al contarle lo del hospital... Sabía que era un poco impulsivo, pero en el fondo... La quería. No podía hacerla daño... ¿Verdad?
Suspiró, se puso una chaqueta, y salió por la puerta de su casa, antes de darle un beso en la mejilla a su madre.
Sandra ya la esperaba frente a la puerta, y sonrió ampliamente. Pasó el brazo por encima del hombro de Patricia y empezaron a andar para ir al parque donde quedaron con el resto.
-Madre mía, qué ganas tengo de ponerme como una cuba...
-Sandra... ¡Ten cuidadito! Que la última vez que te vi bebiendo no sé a cuantos les dijiste que te acompañasen a casa...
-No te preocupes Patri, que yo controlo.
-Eso dices siempre...
-Bueno... Cambiando de tema. ¿Cómo se lo vas a decir a Mario?
Un escalofrío recorrió su espina dorsal. No quería pensar en ello... Porque en realidad no tenía ni idea de cómo decírselo a Mario.
-No sé... Como te lo dije a ti, supongo. ¿Qué te parece?
-Patri, sabes que es distinto... Él es un chico.
-Lo sé... Pero no me queda otra opción. De todas maneras, voy a intentar pasármelo bien.

Llegaron al parque donde estaban todos sus amigos. Se acercaron a ellos y empezaron a integrarse en la conversación. Sandra empezó a beber nada más llegar, pero Patricia no quería. No necesitaba beber para pasárselo bien.
Escucharon música y se rieron mucho, hasta que llegó Mario. Miraba a Patri con una sonrisa en la boca, deseosa de ella. Ella le sonrió también, y se acercó a él. Le dio un beso, e intentó hablar con él.
Se apartaron de la zona llena de gente para estar solos, y se sentaron en un banco.
-¿Qué tal estás Patri? Hace mucho que no sabía nada de ti.
-Ya... Lo siento, es que... Ya sabes. Todo lo de la tensión...
-Joder, ¿no te cansas de todo eso?
-No es mi culpa, Mario. Lo sabes.
-Bueno... ¿Y a mí qué me importa?
Patricia bajó la mirada. No se esperaba ésta reacción. Seguramente estaría borracho. Pero tenía que decirlo. No podía dejarle sin razón.
-Eh... Mario. Tengo que decirte una cosa... En realidad me gustaría no tener que decírtela, pero... Es lo que hay. Verás... Luis, mi médico... Me ha dicho que tienen que ingresarme permanentemente en el hospital - habló rápidamente, para ver cuanto antes la reacción de Mario.
Éste puso los ojos como platos.
-¿A qué te refieres?
-Que voy a tener que vivir en el hospital, Mario.
Otro silencio incómodo. Patricia se estaba hartando de ellos...
-No jodas, Patri. No me jodas... ¿Lo estás diciendo en serio?
No supo qué contestar, solamente bajó la mirada aún más.
-¡JODER, PATRI! ¡ESTOY HASTA LOS COJONES DE QUE SIEMPRE ANDES CON EL HOSPITAL DE AQUÍ PARA ALLÁ, EN SERIO QUE NO PUEDO MÁS!
-Mario...
-¡Ni Mario ni ostias, Patri! ¡No me toques ahora las narices! De verdad... ¡Que estoy harto!
Patricia empezó a marearse. Las palabras de Mario, llenas de furia, rondaban por su cabeza, mientras éste la sacudía de adelante hacia atrás. Demasiado fuerte.
Se despojó de él para levantarse, sin oír como le gritaba. Andaba de un lado a otro, y le costaba mantener el equilibrio. Calló de bruces al suelo, y lo último que recordó fue la cara de Mario mirándola, asustado, y llamando a los demás.
Cerró los ojos, dejando que lo demás desapareciese ante ella. Aquel sería su último recuerdo fuera del hospital.

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