Momentos de ñoñez.

Cerré los ojos. Me confié del mundo y los cerré, durante mucho tiempo. Quizás demasiado, pero me daba igual. Respiré profundamente, mientras el viento rozaba mi rostro, frío y cortante, pero libre. Libre. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo, aunque lo ignoré. Seguí ahí, de pie, sosteniendo mi alma y mi cuerpo sobre la tierra que pisaban mis pies. Aún con los ojos cerrados, dejé que mis alas se extendiesen. Las liberé del encarcelamiento que han tenido durante tantos, tantos años. El viento las hondeaba al son de mi respiración. Parecía que el mundo se había compinchado para ser perfecto. Abrí los ojos, por mucho que el viento intentase evitarlo. Quería mantenerme en la ignorancia, pero yo fui más fuerte. Me estiré una última vez antes de echar a volar. El cielo no tenía límites para mí. Me dejé llevar como una hoja caída de un árbol. Traspasé nubes y crucé montañas; lagos y ríos pasaban bajo mis pies. Yo seguía hacia delante. Era imparable. No, aunque hubiese bosques bajo mis pies, no pararía. Aún no. Todavía no era hora.
Después de mucho tiempo surcando los cielos, sentí la necesidad de bajar. De pisar el suelo y guardar mis alas, una vez más. Hice lo que mi corazón me pedía a gritos, y no me arrepentí de ello.
Acabé en un espacio verde, muy verde. El suelo estaba cubierto por hierba, en la cual me senté nada más llegar. Aquel lugar era maravilloso. Había árboles y animales por todas partes. Sonreí ampliamente, mirando a mi alrededor.
Hasta que mi mirada se paró en el tronco de un árbol en especial, un tronco grueso y lleno de vida. Recostado en él había un muchacho. Giré la cabeza, fijándome. Me resultaba ciertamente familiar. Estaba con la espalda apoyada en el gigantesco árbol, con una libreta en las piernas. Pero miraba el cielo, que empezaba a decaer en el poder de la noche.
Un relámpago cruzó por mi cabeza, haciéndome recordar quién era. Mi respiración no podía ser más rápida. Cerré los ojos, antes de levantarme y caminar hacia el árbol. Cuando llegué allí, el muchacho seguía mirando el atardecer, con un tono alegre en la mirada. Me senté a su lado.
Fue en ése momento cuando me di cuenta de que no tenía que esconderme más. Estaba segura.
Suspiré y miré al cielo anaranjado. En ese momento te giraste y me miraste. Bajé la mirada, y me encontré con una sonrisa.
Una sonrisa sincera.
Sonreí con él.

1 comentario:

  1. Hola Luzmir, soy lune, del foro de idhun :)

    He visto tu blog y he empezado leyendo este texto
    ¿Quieres saber que me transmite? Paz
    Esa sería la perfecta utopía -pudiendo simplemente extender unas alas y marcharnos, volar- libertad, naturaleza, armonía...
    ¿Luego una persona que tal vez nos complemente?

    Buen sueño, aunque por ahora tendremos con contentarnos con que esas alas sea nuestra mente y los bosques sean de tinta y papel.

    Te segiré leyendo por aquí, poa hora simplemente le daré a ese tentador botón de seguidores ;)
    (Muy buen diseño por cierto wow)

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