Reencuentro.

Estaba corriendo con todas mis fuerzas.
No, no podía llegar tarde. Ésta vez era crucial. Tenía que llegar a tiempo.
Seguía corriendo, cada vez más cerca.
Lágrimas empezaron a salir de mis ojos mientras pensaba en lo que podía ocurrirme si llegaba allí y no estabas.
Mis piernas tiraban de mí hacia el suelo, pero utilizaba todas las fuerzas que me quedaban para seguir.
Por fin, llegué.
Miré de un lado a otro, desesperada por encontrarte. Necesitaba verte.
Mi mirada se paró.
Ahí estabas, sentado en un banco. En nuestro banco. El banco que tantos recuerdos guardaba.
Paré de correr inmediatamente, y me tapé la boca con las manos. No podía creer que te viera allí. Después de tanto tiempo, allí estabas.
Lágrimas cruzaron por mi rostro. Me las sequé rápidamente con la manga de la chaqueta, y me dirigí hacia delante.
Todavía no creía lo que veía. Estabas mirando el cielo nublado, con gesto despreocupado; despreocupado y feliz.
Mientras caminaba lentamente hacia ti, me rascaba los ojos, incrédula. Pero no desaparecías. Seguías allí, para mí. Sonreí, después de mucho tiempo. Sonreí de la misma manera en la que sonreía contigo. De la manera en la que era realmente feliz.
Estaba frente a ti, finalmente. Me senté a tu lado, y te miré.
Hiciste lo mejor que podrías hacer.
Me miraste, sonreíste, y pasaste tu brazo sobre mis hombros para abrazarme, cuando empezó a llover sobre nuestras cabezas. Pero no importaba. Estábamos juntos, al fin.