Andén del tren (Final)

Abrí la ventana del tren, desesperada. Mi pelo revoloteaba alrededor de mi cabeza como cien serpientes de oro, pero no me importaba. Dejé que el aire removiese mi alma, abatida por los nervios y las ganas de bajar del tren. Aún con la cabeza fuera de aquella cárcel de aire reciclado y humo de cigarrillos, respiré hondo. Quedaba poco, muy poco tiempo. Cerré los ojos durante un segundo para imaginarme una vez más cómo sería.
Otra de las muchas veces que aquel pensamiento pasaba por mi cabeza.
Pero, mi mente y mi cuerpo se detuvo. Ya podía ver la estación.
Estaba a menos de un minuto.
Metí la cabeza rápidamente dentro del vagón, y me coloqué el pelo. Dios, no tenía que haberme asomado.
Intenté ignorar el hecho de que mi pelo pareciese un nido de pájaros para coger mi maleta rápidamente y situarme frente la puerta. Estaba la primera, aunque pronto empezaron a empujarme por detrás. Incluso aunque no hubiesen abierto las puertas.

Pocos segundos después, las puertas se abrieron ante mí. Había muchas, muchísimas personas. Me empujaron violentamente hacia fuera del tren. Una vez fuera y apartada de la muchedumbre, miré a mi alrededor, con la maleta en la mano. No encontraba ningún rostro que me fuera familiar, y por un segundo temí que no hubiera ido. Seguí mirando, preocupada. No, no había nadie.
Mi cuerpo se estremeció. No podía ser.
Saqué el móvil rápidamente del bolsillo, cuando empezó a sonar. Era él.
Cogí el teléfono como si mi vida fuera en ello, y le oí decir:

- Me gusta como tienes el pelo.

Tuve la sensación de que debía darme la vuelta. Lo hice, y le encontré, mirándome fijamente a los ojos, con una sonrisa decorando su cara.
Los dos bajamos los teléfonos a la vez, y, por fin, nos fundimos en un cariñoso abrazo.

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