Maldita dulzura.

Si pudiera traducir a las palabras todos los sentimientos contradictorios que tengo ahora mismo, creo que podría decir: estoy confusa. Una parte de mí mantiene un recuerdo dulce de lo que significó todo eso para mí; de cómo, gracias a pequeños detalles como risas interminables, miradas, y una amistad que consideraba buena, me salvé. O me salvó. Aún no tengo claro quién tiene el mérito. Sólo sé que cuando me hundía yo sola, su compañía me ayudó a salir del agujero que yo misma había cavado para enterrarme en la nostalgia.
Sin embargo, la decepción me sorprendió. ¿Por qué? ¿Por qué huyó? ¿Huyó, realmente? Todavía no sé qué le impulsó a hacer que todo eso que me había hecho crecer se derrumbase en el suelo. Ahora me pregunto si me equivoqué en algo, si cometí algún error. Si al menos me hubiera dado tiempo a enmendar lo que hice mal... Pero no, ahora no sirve de nada lastimarme yo sola. He pasado suficiente tiempo pensando en ello. Tengo que dejarme llevar por el tiempo, que éste me acune y cure las heridas que me van dejando.
Yo sola y el tiempo; mi compañero en las noches en vela pensando en ti, en el llanto y la sonrisa.
Necesito arreglar mi vida sin ayuda de nadie más, sin apoyarme en personas que luego puedan abandonarme sin razón alguna. Y aprender a ser fuerte, a no dejar entrar en mi vida a nadie que no valga la pena de verdad. Decepción tras decepción, me hago más fuerte, y ahora pocas cosas me hacen daño.
Gracias, porque desmoronándome me haces más fuerte.

- Y yo al bucle de tu olvido, tú al redil de mis instintos. Maldita dulzura la tuya.

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