Sacudí la cabeza, tratando de recobrar el presente ante mis ojos. Había perdido la noción del tiempo, por lo que empecé a manejar los ingredientes rápidamente para preparar lasagna.
En el momento en el que cortaba cebolla, con los ojos repletos de lágrimas, noté unos brazos deslizándose por mi costado para agarrarme en un fuerte abrazo. Sonreí y me dí la vuelta.
Ahí estabas, sonriente como siempre, y con la felicidad en la mirada. No pude evitar soltar una carcajada antes de lanzarme hacia ti. Con los brazos sujetos tras tu cuello, me cogiste en brazos entre risas y cosquillas, hasta acabar en el sofá sin aire ni fuerzas, pero con la voluntad suficiente como para seguir mirándonos a los ojos. Tu voz sonó lejana, como si fuera un sueño.
- Había pensado en ir a Noruega éstas navidades, ¿qué te parece?
Una sonrisa y una mirada de complicidad bastaron para que leyeses mi mente, una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario