Stop and stare.

Recuerdo esas palabras que me susurraste al oído. No puedo olvidar aquella sonrisa socarrona, irónica, imposible. ¿Acaso sonreías mientras pensabas en éstas palabras?
"Me queda una semana de vida"
¿Cómo tuviste el valor de decírmelo, sabiendo perfectamente cómo iba a reaccionar? Mi infarto fue inmediato; me extrañaba que mi corazón todavía tuviese tan buenos reflejos. Sabía perfectamente cuándo tenía que dejar de latir, y ese era el momento. Paré de respirar, concentré mi energía en los últimos segundos de mi vida para mirarte a los ojos. Negros, negros como el carbón. Negros como tus pensamientos... Como tu alma. Sabías que me matarías, que lo único que me importaba en ese momento eras tú. Y saber que te iba a perder era lo último que quería hacer en la vida. Mis labios no se podían mover, pero mi alma gritaba. Gritaba por ti, porque no te fueras, porque te quedaras conmigo: "Agárrame en tus brazos, ¡por favor!" Suplicante, penosa, caía hacia el suelo. Tus brazos se separaron de mí, pero tu sonrisa no se iba. Aún podía ver cómo me dijiste adiós con la mano, riéndote a carcajada limpia. 
Mi cuerpo, inerte, cayó al suelo; con él, mi vida. Y...








... todavía no puedo creer que te haya perdonado por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario