Despedida de una vida que nunca existió.

El día está triste, y yo sigo sonriendo. Veo mi vida pasar, supero los baches que el destino ha puesto frente a mí, pero el día sigue estando triste.
Puedo sentir que tengo todo lo que necesito, todo aquello por lo que lloraba se encuentra ahora descansando sobre mi regazo, respirando profundamente y con el semblante pacífico. Pero el día está triste.
Triste, sin luz, sin calor, sin vida.
Miro el rostro de aquel que duerme plácidamente a mi costa. El que, sin saberlo, está arrebatándome la vida con cada minuto que me regala de su presencia. Esta dicha que, poco a poco, se resguarda de la lluvia en mi interior, se verá expulsada de él en menos tiempo del que me gustaría. Me gustaría poder disfrutar de su tacto más tiempo del que mi vida me ha otorgado. 
Sin saberlo, me está robando la alegría, pero no quiero que se marche. No hasta que sepa que mi día ha llegado. Cuando ya no esté para recibirle con un cálido abrazo, entonces le dejaré libre. 
Tengo que aprovechar estos últimos días que me quedan de vida... Y entregárselos a él.
Los días más tristes y a la vez alegres que podré tener, serán eternamente suyos.

-Tempus fugit.

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