Luchando

Todos los días me propongo, nada más despertar, dar un paso más hacia lo que de verdad quiero ser. Acercarme a esa sensación de libertad de espíritu, de libertad de ser. Liberarme de las ataduras que me atan a las personas que alguna vez me han hecho sentir especial y vivir, no busco nada más.
Sin embargo, a pesar de intentarlo, llega un punto en el que vuelvo a caer, a enredarme en alguien hasta perderme en la imaginación y la fantasía de un mundo perfecto con esa persona. Idealizar a quien me muestra algo de cariño. Y en el fondo, una parte de mí sabe que lo que hago es un grave error, que estoy firmando un contrato en el que el resultado siempre es dañarme, siempre acabo más hundida. Pero la ilusión silencia mi razón, le tapa la boca y le susurra una suave canción para hacerla perder el miedo y entregarse a aquello en lo que cree, desde el corazón, que valdrá la pena.
Y sueño. Y vuelo. Y caigo. En el suelo, llena de heridas, me quedo sin fuerzas para levantarme del charco de lágrimas que han aminorado el daño de la caída. Pero las heridas escuecen, duelen. Se limpian, se curan; y volvemos al principio de todo.
Ésta vez voy a taparme los oídos. No voy a escuchar la dulce canción de la esperanza a no ser que sea desde dentro. No voy a guiarme por las historias ficticeas que mi dependencia quiere hacerme creer como realidad. Me voy a levantar sin ayuda de nadie, con mi propia fuerza. Porque ahora la siento más que nunca, porque ahora he aprendido a moverme por mí misma.
Las cosas en mi vida van a cambiar a partir de ahora, este mismo momento. Es hora de incluir la palabra luchar a mi vocabulario. He decidido marcar un antes y un después en mi vida, a tachar todo "necesito" seguido de una persona.
Porque ahora mismo, me necesito a mí misma más que a nadie.


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