Buscándome a tientas.

Día tras día me encuentro con diversas personas; cientos de vidas, de pensamientos... De mundos. Y me pregunto qué cruzará por sus cabezas. ¿Cuáles son las inquietudes de la multitud? ¿Pensarán, como yo, en los microcosmos que rodean a cada individuo? Me pregunto si sentirán tanto como yo, si se pasarán las horas reflexionando sobre su vida y hacia dónde están dirigiendo sus pasos. Si cada día luchan por mejorar en aquello en lo que consideran que fallan. Si en vez de cantar en la ducha, apoyan la cabeza sobre la fría pared y hablan consigo mismos. Pero en ningún rostro veo ese pesar que es la conciencia de uno mismo. Es un brillo especial en la forma de mirar; no es ni bueno, ni malo. Es saber quién eres, en la luz y en la sombra. Pocos ven los beneficios de encontrar la propia concepción de tu forma de ser. O simplemente con buscarla.
Llevo años buscándome, intentando recopilar toda la información que he podido sobre mis detalles. Y creo que, ahora mismo, puedo decir que sé quién soy. Eso es algo que muchos no serían capaces de hacer. Sin embargo, es un proceso doloroso. Conocer todos y cada uno de tus defectos no es algo agradable. Tener que analizar tus reacciones a los momentos más bajos de tu vida; revivir decepciones, llantos, rencores...
¿Quién haría lo mismo que yo, si vivo arañándome las heridas? Trayendo de vuelta viejos dolores. Viajo al pasado para aclarar mi presente, aunque eso suponga entristecerme momentáneamente.
Esa sensación de conocerse a uno mismo... Tiene algo que da miedo, al igual que da fuerzas. Algo que me hace pensar que vale la pena ser valiente.


- La calma que atenúa este implacable vértigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario