Miedo a dejarme vivir.

No tengas miedo, dicen.
No te preocupes, dicen.
¿Y qué digo yo? No se lo que se supone que debo hacer. Mi mente me martiriza, mis pensamientos me encarcelan en un lugar en el que no hay más escapatoria que palabras, palabras y más palabras.
Y me siento impotente. Todas estas palabras se van almacenando en mi interior, en mi corazón, a punto de estallar y dejarme sin vida. Los pensamientos se canalizan, como al abrir las compuertas de una presa, pero muy lentamente. No es comparable la cantidad de cosas que tengo por decir y que, simplemente, no salen. ¿Por qué? Por el miedo. El miedo al cambio, el miedo a perderme.
Tengo que aprender a ser feliz; a dejar rienda suelta a mis pensamientos y sentimientos, y no arrepentirme de ellos.
Pero ese miedo...


-Al fin y al cabo, todo lo que siempre he querido es tenerte aquí, conmigo... Para siempre.

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