No te dejaré ir.

Recordaba perfectamente su silueta marcada sobre las sábanas. 
Sus anchos hombros, con brazos fuertes que la sujetaban para que nunca escapase. Seguía el camino de su piel hasta sus dedos, que conseguían hacerle cosquillas como si fueran suaves y ligeras plumas. El mismo efecto. 
Sonrió sin poder evitarlo. Su pecho, su abdomen, sus caderas de niño pequeño. Nunca se acostumbraría a unas caderas tan finas... Y nunca podría acostumbrarse a otras. Estaba completamente enganchada.
Como un koala, una garrapata sobre su espalda, le abrazaba, le besaba el cuello, le mordía la ropa. Con tal de estar con él para siempre, sería capaz de cualquier cosa.
Y ella, minúscula, insignificante, nunca dejaba de asombrarse por la suerte que había tenido al encontrarle. Fue algo rápido, un comienzo precipitado y a la vez perfecto. No podría haber sido mejor. La felicidad y la libertad ya no era salir con sus amigas, ni emborracharse, ni tener aventuras con extraños. No.
Su libertad era a su lado, agarrada de su mano. Aquella mano que supo mantenerla a flote cuando lo único que quería era hundirse más y más; dejar todo atrás sin importar. Él supo hacerla recordar que la vida vale la pena solo por los pequeños detalles; los momentos a solas, todo, todo, y con él. 
El significado de todo aquello que le hacía sonreír residía en los ojos del color del cielo que supieron darle todo lo que necesitaba.
Se dejó mecer por la brisa del destino que, claramente, la había llevado a él. Seguro que esto se suponía que tenía que ser así. 
Le amaba. Con todo su alma; tanto, que enloquecía con pensar en separarse de él. 
Era su destino. Su futuro.
Era todo lo que tenía, y no lo iba a perder nunca. 

"And if you want love... We'll make it."