Viendo volar ilusiones

Como todos los días, se paró a mirar por la ventana. El mismo paisaje de siempre; muchas casas, vallas, y a lo lejos un pequeño bosque. Se imaginaba lo diferente que sería todo si ella estuviera allí, con él. Las casas dejarían de ser simples casas, y las vallas, y el bosque. Todo ello le recordaría los encuentros donde sus abrazos calentarían el universo, donde besos huidizos de la multitud se esconderían para llenar el silencio de dos corazones agitados. Miradas que harían insignificantes a las palabras. Su propia casa cambiaría de forma de ser. Su cuarto, sus cosas... Su cama ya no sería lo mismo. Recogería la memoria de miles de caricias y dulces palabras susurradas al oído.
Pero por ahora tenia que conformarse con menos. Un poco menos, que poco a poco iría a más y más.
Estaba seguro.
Mirando la ventana, ensimismado en sus pensamientos, escuchó un ruido en la terraza a la que daba su cuarto. Un pequeño pájaro estaba revoloteando cerca de su ventana. Era una golondrina, pequeña y redonda. Se acercó a la puerta de la terraza y la observó a través de la ventana. Era revoltosa y se movía de un lado a otro, como esperando a algo; impaciente. Se acercó aún más a la ventana, apoyando en ella la frente, para mirar al pequeño pajarito. Esa golondrina tenía algo extraño, algo que le hacía sentir... Cariño, un leve aprecio por ese pajarillo inquieto. Sonreía sin pensarlo mirándola levantar el vuelo hasta la barandilla de la terraza para volver a bajar. Había momentos en los que le miraba, con la cabeza inclinada. Y él la miraba a ella.
- Has venido a visitarme.- Decía él, mientras la golondrina le miraba durante un tiempo. 
Le recordaba a Violeta. Su manera de andar de un lado a otro, hablando sin parar. Cómo se paraba frente a él para mirarle inquisitivamente, exigiendo una respuesta. O un beso.
No podía aguantarlo más, y decidió abrir la puerta de la terraza para acercarse al pájaro aún más. Pero la pequeña golondrina echó a volar y se fue por donde había venido; del cielo. Se podía atisbar un punto en la lejanía, flotando entre las nubes sin rumbo fijo.
En ese mismo instante, el teléfono comenzó a sonar. Tenía una corazonada.
¿Sería Violeta?
Se precipitó a la habitación y cogió el teléfono.
- ¿Violeta?
Hubo un breve silencio antes de que una voz, que siempre lograba despertar sus sentidos, vibró en su oído.
- ¿Cómo sabías que era yo?

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