Dejarse llevar suena demasiado bien...


Desesperada, dejé que la cordura se adueñase de mi cabeza durante unas horas. Unas horas eternas de pensamientos objetivos y nobles, sin favoritismos ni fantasías que tantas veces se acoplan en mi cerebro, dejándome incapaz de hacer nada con mi vida. Aparté todos esos fantasmas de mi vista para poder ver las cosas con claridad de una vez por todas. Quería saber qué había tras tanto engaño, tras tanta mentira.

No me gustó lo que vi.

Un conjunto de hechos definidos aparecieron delante de mí. Hechos que me ponían los pelos como escarpias y que inmovilizaron cada una de mis partes del cuerpo. Un telón de miedo tapó esta terrorífica escena, y se lo agradecí mil veces. Ahora estoy abrazada a ese miedo, colgando en un precipicio que acaba en la verdad.

Sé que algún día caeré, pero sigo temiendo aquellas imágenes que me mostró el destino...



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